Nos preocupamos por mantener en perfecto estado nuestra
vivienda casi a diario: así, la limpiamos, nos preocupamos de que todas las
instalaciones se encuentren operativas y con buen uso, etc. Es decir, nos preocupamos por el contenido pero, ¿y
el continente?, ¿prestamos la atención que merece a nuestra edificación? Más
allá de las decisiones que se puedan tomar en la comunidad de vecinos y que
también nos afectan, debemos prestar atención a que la fachada, principal
elemento que afecta a la estructura de nuestra vivienda desde el exterior, se
encuentre siempre en un estado óptimo de conservación. Y para entender su
importancia y el por qué debemos solicitar con frecuencia un presupuesto
para reforma de fachadas cuando tengamos indicios de una mala conservación,
os ofrecemos los principales problemas a los que enfrentarnos cuando existe una
fachada en mal estado.
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Imagen: 123rf.com |
Filtraciones
Es el principal problema que produce una fachada en mal
estado. La fachada, más que un elemento estético (que también lo es como
veremos más adelante), es una cobertura,
protección, la “piel” con la que se envuelve el edificio y en definitiva el
conjunto de viviendas.
Es por ello por lo que si hay “cicatrices” o “heridas
abiertas” en ella, puede afectar a la estructura al estar expuesta
constantemente a agentes corrosivos como el agua, la contaminación, etc.
Por esta razón, una excesiva porosidad o la presencia de
grietas, puede suponer la vía de entrada de agua u otros elementos que accedan
de esta forma a la capa interior, produciendo
goteras, o incluso a la cimentación, produciendo
graves fallos estructurales.
Desprendimientos
Ya sea consecuencia de las filtraciones (que no siempre
llegan al interior sino que se quedan de forma externa creando bolsas de agua)
o de paramentos que no están correctamente fijados (elementos ornamentales,
cornisas, canalones, salientes, etc.), o simplemente por el paso del tiempo y
su consecuente desgaste, pueden producirse desprendimientos
parciales o caídas de elementos situados en la fachada, suponiendo no sólo
un problema para el edificio, sino para la seguridad
de sus vecinos y de los viandantes.
Baja
eficacia del aislamiento
Es cada vez preocupación mayor y objeto de estudio a la hora
de realizar la ITE (inspección técnica de edificios obligatoria y que certifica
la seguridad de la construcción), que el
edificio sea eficiente, existiendo incluso un certificado para ello.
Esto supone que, aunque apreciemos que la fachada luce
lustrosa y sin aparentes problemas en su construcción y mantenimiento, no esté
correctamente aislada térmicamente y por ello exija un mayor gasto de consumo energético.
Mala
protección de las redes generales
Muchas edificaciones aprovechan parte de la fachada para
instalar en ellas las cañerías o el cableado que distribuya entre las viviendas
servicios como el agua, la electricidad,
el gas o incluso internet.
Estas instalaciones deben estar correctamente aisladas y
protegidas, ya que un uso incorrecto puede conllevar riesgos de incendios,
inundaciones, etc.
Problemas
estéticos
Por último no debemos olvidarnos de algo que hemos insistido
al comienzo: la fachada, como su
continente, es parte de nuestra vivienda, por lo que no debemos ignorar que
su mantenimiento también repercute en la presencia que queremos conseguir de
nuestro hogar.
Un edificio que presente desconchones y grietas, por muy
bien aislado que se encuentre y que por tanto no suponga un riesgo ante
filtraciones, es un edificio con una
presencia ruinosa y descuidada, lo cual repercute no sólo en nuestra
apreciación de que vivimos en un lugar de presencia poco amable, sino ante
posibles acciones económicas como la venta o el alquiler de la propiedad, que se verá irremediablemente desvalorizado.
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