El tiempo siempre ha sido uno de los temas más fascinantes en la historia de la humanidad. Y desde los albores de la civilización, el hombre ha buscado calcular, dominar y controlar el tiempo. Por eso, el reloj es uno de los inventos tecnológicos más sorprendentes de todas las eras.


Y cuando llegó la era de la industrialización, el tiempo dejó de medirse a partir de la lectura de las estrellas, el paso de la arena o la sombra producida por los rayos solares, para convertirse en unartículo doméstico, presente en un lugar privilegiado del hogar. Los relojes de pared de fabricación artesanal fueron el pretexto perfecto para la realización de verdaderas obras de arte, hoy consideradas joyas de colección.

Aunque los historiadores no se han puesto de acuerdo con respecto a sus orígenes específicos, podemos hablar de los primeros relojes de pared allá por mediados del siglo XIX, y algunos de los mejores fueron construidos en la Alemania pre-nazi por la famosa Casa Junghans.

Actualmente, tener un reloj de pared clásico es como tener un tesoro en casa, pues lo más probable es que haya una historia escondida detrás de sus mecanismos. En Internet pueden encontrarse modelos de las primeras décadas del siglo XX, piezas que pueden llegar a costar hasta 3,500 dólares.
Con los años, el uso del reloj de pared no ha perdido su encanto. Es común ver en decoraciones modernas, modelos que pretenden adecuarse a las tendencias minimalistas (relojes de formas geométricas, de motivos sencillos), pero definitivamente no alcanzan la sofisticación y el arte que los relojes de pared de antaño ofrecían.


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